Todo parecía ser un desastre. Para Paula y para Pablo ese iba a ser un verano tremendamente aburrido. Pero, quizás por casualidad o tal vez un capricho del destino, sus caminos se cruzaron. Aunque el amor parezca muy bonito , no todo va a ser perfecto ese verano. Sin duda, si se quiere conseguir un sueño, no basta con sentarse a esperarlo.

domingo, 8 de mayo de 2011

Capítulo 10: Fotos y recuerdos

**********
Se monta en la moto. De nuevo yo voy detrás, claro. Él va sin camiseta. Yo llevo la suya. Su espalda está fría y mojada. Apoyo mi cabeza sobre su hombro y cierro los ojos. Pronto llegamos al pueblo. Me deja en la puerta de mi casa, pues resulta que él vive enfrente.
-Adiós.- le digo.
-Adiós.
   Entro en mi casa, sin que mi abuela se de cuenta, con la camiseta de Pablo y el vestido en la mano.
-¿Por qué llevas esa  ropa?- pregunta mi abuela, que al final me había visto.
-Yo…es lo que se lleva abuela.
   Sin más entro en mi cuarto. Me cambio y me pongo el pijama. Uno gris, de tirantes y pantalón corto. Me peino el pelo y sin lavarme los dientes, me meto en la cama. No me puedo dormir, por lo que me pongo a pensar.
Pablo. Está bueno. No, buenísimo. ¿Me gusta? Empiezo a dudar. Será un idiota, pero es simpático. Simplemente se venga de mí. Está en su derecho. Yo he empezado y le he hecho pasar vergüenza. Lo he conocido ese día, y ya parece gustarme. Pero no puede ser. Me ha tirado al río. ¿Y?, por otra parte, todos lo han hecho. Además, fue el que se preocupó por ir a por mi ropa y luego me prestó su camiseta. Que mono. Pero que idiota. Está bueno. Pero es imbécil. ¿Qué importa más? De repente, me quedo dormida.
**********
Entro en mi casa, sin camiseta. Les doy un beso a mis abuelos y me voy a mi cuarto. Me quito los pantalones y me tumbo en la cama. Me pongo a pensar en Paula y en Helena sin saber por qué.
Está buena. Y la odio. Y es simpática. Y…bah, es idiota. Como rubia que es. Por otro lado, ese día, Helena había empezado a gustarme. Más o menos. Cuando la he visto tan cerca de Manuel, me he sentido algo celoso. ¿Y si me sigue gustando? Pienso en hablar con ella al día siguiente. Ahora tengo sueño.
**********
Me levanto. He puesto el despertador para llegar a las doce a la plaza. Me desperezo. Luego voy a la cocina descalza.
-Buenos días.- le digo a mi abuela.
-Buenos días cariño.
-Voy a coger tostadas. No quiero Cola Cao hoy.
-Vale. Oye, ya tienes amigos ¿no?
-Bueno, sí.
-¿Quiénes son?
-Pues de chicas, Laura, Helena y Sonia, y de chicos Manuel, Miguel, Luis, Jorge y Pablo.
-Ah. Son buena gente. ¿Tú te acuerdas de Pablo?
-No. ¿Lo conocía?
-Más o menos. De pequeños, una vez que viniste, él se vino a casa todo el día. –se ríe- Os pusisteis a jugar en el jardín. Yo había regado y os revolcasteis en el barro. Erais grandes amigos ¿sabes? Solíais jugar juntos todos los días que veníais al pueblo. A ti te encantaba.
   Me reí.
-Tengo una foto.-continúa ella. – Si la quieres, está en la caja que hay en el primer cajón de la sala.
   Cojo la tostada y la unto con mantequilla. Mientras la mordisqueo, me voy a la sala. Abro el cajón, cojo la caja y rebusco en ella. Hay fotos de cuando yo era pequeña, de mis primos, luego de mi madre y después la de Pablo y mía.
¡Qué monos! Yo iba con un bikini, solo la parte de abajo. Tenía el cuerpo y la cara llena de barro. Sonreía. Tenía dos coletitas. En las manos, el gato de mi abuela, algo manchado. Pablo, a mi lado, con un bañador de Winnie de Pooh. También estaba embarrado. Con sus manos llenas de barro, intentaba mancharme la cara. Sonreía. El pelo lo tenía más o menos como entonces.
Cojo la foto y me la llevo a mi cuarto. La meto en la bolsa, junto a todas las cosas para el picnic.
Luego voy a la cocina y me preparo un bocadillo de pollo, lechuga y mayonesa.
-Vuelve a las cuatro.-dice mi abuela.
-Vale.- respondo.
**********
Llego a la plaza. Están ya todos. Soy el último. Paula corre hacia mí.
-Mira.- me enseña una foto de dos niños. Yo me quito las Ray-Ban para verla mejor.
-¿Quiénes son?- le pregunto.
-¿No nos reconoces?
-¿Somos nosotros?
-Sí.
   Se pone a reírse.
-¡Qué monos!- dice.
-Yo no me acuerdo ¿y tú?
-Tampoco.
   Corre hacia los demás, supongo que a enseñarles la foto.

domingo, 1 de mayo de 2011

Capítulo 9: Baño bajo la luna.

**********
-¿Las tiramos al agua?- pregunta Miguel.
-Se van a cabrear.- digo.
-Da igual, vamos. Cada uno que coja a la que ha venido con él en moto.- dice Luis.
-Sí, claro. Como tú has ido solo no tiras a ninguna.-le reprocho.
-Vale, si quieres yo tiro a alguna.
-Bueno, tú ve y…ya se, escóndeles la ropa.- Las ideas de Miguel son de lo más malvadas. Pero a mi me gustan.- Salte tú, Luis, a por la ropa. Nosotros ¡A tirarlas!- exclama en voz baja, casi inaudible.
Nos dirigimos como cazadores hacia nuestras presas. Están tumbadas de espaldas, por lo que si no hacemos ruido, será bastante fácil cogerlas.
Me dirijo hacia Paula, y cuando Miguel da la señal, la cojo en brazos al igual que hacen todos.
-¡Qué haces! ¡Suéltame! ¡Para!- Paula patalea fuertemente, pero no puede conmigo. Yo no la suelto. Comienza a pegarme en la espalda, pero inútilmente. La tengo fuertemente cogida. Cuando meto mis pies en el río, se aferra fuertemente con sus brazos a mi cuello, y con sus piernas a mi cintura.
-¡No me mojes, por favor!- grita fuertemente.
   Le sonrío con sarcasmo. Pienso mojarla, y ella lo sabe. Entonces me agacho, sumergiéndome en el agua, y ella, cómo no, conmigo. Al salir, me dice unos cuantos insultos a los que yo hago caso omiso. Me sacudo el pelo, ella se lo echa para atrás. Todavía sigue aferrada a mí. Noto su corazón latiendo sobre mi pecho, y comienzo a pensar que realmente es preciosa.
La escena es muy graciosa. Todas las chicas cogidas por nosotros, enfadadas de que les hayamos estropeado el pelo y el maquillaje.
Paula tiene los párpados negros del rimmel. Se lo merece. Eso por haberse burlado de mí con todo el lío de los calzoncillos.
**********
El agua está helada. Quiero salirme, pero sé que él no me va a dejar. Todavía estoy abrazada a él, con la piel de gallina por el frío.
 Le miro a los ojos.
-¿Me puedes soltar?
   Se ríe. Tiene una sonrisa preciosa. Pero que estupidez. Eso no importa. Es un idiota, está confirmado.
-Por favor. –abro mucho los ojos y le pongo cara de pena.
-Vale.- dice.
   ¡Bien! Ha funcionado. Se levanta conmigo, yo abrazada. Es fuerte. Luego se dirige hacia donde yo he estado antes. Entonces veo sus intenciones.
Yo estoy mojada y él, lentamente, me deja tumbada en el suelo, no donde hay césped, sino donde hay tierra, por lo tanto, mi espalda queda recubierta de barro.
-¡Pero eres imbécil!- le grito. Está sobre mí, sujetándome los brazos al suelo con sus manos.
-De alguna forma, tenía que vengarme. ¿No es así, Paulita?
-Pfff..., te odio.
-Ves, ya tenemos algo en común.
-Normal que te odies.
   Se ríe.
-No, me refería a que te odio.
   Se vuelve a reír. Le ha hecho gracia mi contestación. Se queda mirándome a los ojos.
-Idiota.- le digo.
   Me sonríe y se levanta. Yo también me pongo en pie y me busco mi ropa. Menos mal que la ropa interior de ese día es gris y no se transparenta con el agua.
No encuentro la ropa, ni la mía ni la de ninguna chica. Busco entre los arbustos, pero inútilmente. Se que nos la han escondido ellos. Veo que las chicas están libres. Me acerco a ellas y les cuento lo ocurrido. Me acerco a Pablo.
-Más te vale que me des la ropa si no quieres pasar más vergüenza, ya sabes a lo que  me refiero.- le digo.
   Él me entiende, naturalmente, y tras un suspiro, se dirige hacia Luis.
**********
Tío, ¿y la ropa?- le pregunto a Luis.
-Allí.- me dice señalando a unos juncos, un tanto extrañado, ya que él pensaba que se escondían para que no las encontrasen.
   Me dirijo hacia el lugar que Luis me ha señalado. Puedo ver algunos pantalones y vestidos. El problema es que hay algo flotando en el agua. Espero que no sea el vestido de Paula. Si no, se cabrearía. Me acerco a él. Mierda. Lo es. Lo saco, está mojado, y algo sucio por el barro. Sin duda se va a enfadar. Cojo todos los vestidos, pantalones, camisetas y zapatos. Los llevo hasta la orilla.
-Aquí está la ropa- les digo a las chicas, que ya vienen hacia mí para recuperar sus modelitos.-Paula…esto…no ha sido culpa mía, fue de Luis.- ella me mira, con cara de pocos amigos, luego yo le enseño su vestido.
-¡¿Sois imbéciles, o qué os pasa?! ¡¿Ahora cómo voy a mi casa?!
   Está muy enfadada. Tiene toda la razón. No puede entrar en el pueblo en ropa interior, y ponerse el vestido va a ser asqueroso. Se sienta en el suelo, sobre el césped. Se me ocurre una idea.
-Oye, lo siento. No ha sido queriendo.- digo mientras me siento junto a ella.
-Ya.
-Toma-me quito la camiseta y se la doy.
-Gracias.- se la comienza a poner. Le queda ancha y bastante larga, realmente bien. Está muy guapa.
Se mira, luego da una vuelta sobre sí misma.
-¿Qué tal estoy?- me pregunta.
   Me río.
-Genial.
-Bueno, creo que es hora de irnos. ¿Hacemos mañana un picnic en el río?- dijo Manu.
   A todos nos parece una idea genial. Quedamos al día siguiente, en la plaza, para ir con las motos hasta el lugar de aquella noche.
Paula se pone sus tacones. Por suerte, le pegan a la camiseta. Coge su bolso y se monta en la moto, esperando a que yo me suba y arrancara.

jueves, 21 de abril de 2011

Capítulo 8: ¡Hey baby!

**********
Arranco la moto lo más rápido posible. Mierda. Me he quedado el último. Intento acelerar y me coloco al lado de Miguel. No consego adelantar más. Siempre junto  él. Nos miramos de reojo. A veces él va delante, otras, yo. No pasamos de eso. Por fin vemos la señal del siguiente pueblo, damos la vuelta a la pequeña rotonda y volvemos a nuestro origen.
Mierda. Miguel me ha adelantado. Ahora voy el último y eso significaba… ¡Oh no! Acelero. Velocidad máxima. Tras de mí voy dejando una estela de humo gris. Miguel justo delante de mí. La meta demasiado cerca. Miguel acelera. Yo también. ¡No! Llegué el último.
Manu se baja  de la moto. Ha ganado. Yo, por el contrario he perdido.
Después de descansar un poco, las chicas anuncian los resultados.
-Manu es el ganador.- dice Sonia.
-Y Pablo el perdedor.- anuncia Paula.
-Primero la prueba de Manu, elige.-Luis anima a mi amigo.
-Hummm..., elijo a…Paula.-responde él con seguridad.
**********
Se acerca a mí. Pfff....., para él será un premio pero para mi es un castigo. Bueno, no exactamente, pero no me apetece besar al señorito “chica cañón a las dos en punto”. Laura me empuja, mientras, Manu se acerca a mí.
El pelo medio rizado. Ojos verdes. Camiseta ancha, color verde, con el símbolo de Element en negro, pantalones vaqueros y una deportivas.
Se acerca mucho a mí. Me sujeta por la cintura y luego me besa. Poco tiempo, pues yo me aparto rápidamente.
-¡Hey baby!, que bien besas.- me susurra al oído.
  Me acerco a su oído y le digo:
-Sigo sin saber de qué época has salido, baby.-luego le guiño el ojo, y se pone colorado.
**********
Es mi turno. He perdido y lo peor es que la idea del castigo ha sido mía.
-Bueno, Pablo. Es tu turno.- Laura se ríe.
-Pfff.- es mi única respuesta.
-Vamos tío, es tu merecido.- todos están muy graciosos.  A mi no me hace ninguna gracia
   A zancadas me voy hacia el río. Todos me siguen. Entre los juncos me quito la camiseta, pero no los pantalones.
-¿Te vas a bañar con pantalones?-me pregunta Luis.
-Sí- obviamente, el motivo de esto está bastante claro. No quiero más burlas.
   Despacio me meto en el agua. Está helada. Se oyen los grillos canturrear entre las plantas. La luna llena ilumina el agua. La prueba consiste en meterse totalmente en ella, por lo que tendré que mojarme el pelo.
Sin pensármelo, me tiro al agua. Luego, saco la cabeza y la sacudo. Ahora tengo ganas de quedarme.
**********
-¿Nos metemos todos?- pregunta Luis animado.
-Yo me tiro.-dice Manu
  Con un gesto, Miguel da a entender que también se quiere meter en el agua.
Se marchan. Nosotras nos quedamos en la orilla, dubitativas. No sabemos si meternos o no. todavía son las doce. Hasta la una, nos da tiempo de secarnos.
Finalmente, decidimos bañaros. Detrás de los arbustos, nos quitamos la ropa. Nos quedamos en bragas y sujetador. Por suerte, el que me había puesto ese día es mono. Es gris, a juego con las braguitas. Tienen ambos unos pequeños corazones rosas.
-¿Nos metemos donde están ellos o por otro lado?- pregunto.
-A mi me da igual.
-Y a mí.
-A mi también.
   Nos vamos a la orilla, pero el agua está muy fría, así que nos ponemos a tomar la luna. Los chicos no paran de molestarnos, echándonos agua.
-¡Queréis dejarnos en paz! – les chilla Sonia.
   Nos ponemos a hablar, sentadas en la hierba.
-¿Cuántas os han quedado?- pregunta Sonia.
-A mi lengua.- respondo.
-A mi ninguna.-Laura tenía pinta de ser buena estudiante, lo supuse desde que la vi, no se por que. Es morena, pelo liso, bajita, tímida, ojos azules. No se, no tenía pinta de suspender.
-Pfff, a mi cuatro. Sociales, inglés, francés y matemáticas.- Sonia si tenía pinta de haber suspendido, y así es. Cuatro, nada menos. Su carácter alocado, el pelo ondulado, su forma de vestir a la moda...
-A mi ninguna.- Helena. No me esperaba eso de ella. Pensaba que le abría quedado alguna, la verdad.
-Maña… ¡ahhhh!- alguien me ha cogido en brazos. A mí  y a todas las chicas, todas vamos en brazos de algún chico, pataleando para que nos suelten. Sabemos muy bien las intenciones que tienen.

sábado, 2 de abril de 2011

Capítulo 7: Apuestas.

 **********
Me sentía tan bien. En el fondo, quería llevarme bien con ella,  a pesar de lo que me había hecho, parecía arrepentida
Mientras la abrazaba, vi que llegaban las chicas. Un grupo de tres: Sonia, rubia, simpática; Laura,  morena y tímida; y Helena, la chica perfecta para mi hace un año, mi exnovia.
-Hola- les dije, ya contento.
-¿Ya estás ligando otra vez?- dijo Sonia, que era la más atrevida.
-No, solo somos amigos- dijo Paula, a quien no le hacia gracia la idea de que fuera su novio, o eso parecía. No es que yo quisiera, por supuesto. Solo que  me hizo gracia su reacción.
-Bueno, ¿y quien es?- preguntó Helena.
-Oh, venga, no me seas celosa. Es una chica nueva, Paula.
-Yo…yo no estoy celosa. Solo quería saber quien era.
-Vale, tranquila.
 **********
Me hice bastante amiga de las chicas. Eran muy simpáticas. Sobre todo me hice amiga de Helena. Estuve mucho rato hablando con ella.
-Pablo está bien ¿eh?- me preguntó Helena, dándome un amistoso codazo.
-Psss.....- le respondí yo, que aún no me había parado a pensar si Pablo podía o no estar bien.- ¿Te gusta?
-Me gustaba. El verano pasado salí con él.
-Y ya habéis roto ¿no?
-Sí, porque de repente un día me dijo que ya no le gustaba, así, de repente.
-Pobrecita.
-Me pasé el día llorando. Pero eso es pasado, ahora ya no me gusta. ¿Y a ti?
-¿A mi? Que va.
   Pronto nos unimos a todo el grupo, a comer pipas. Estuvimos hablando acompañados por el sonido de las cáscaras. Tan solo eran las once. A mi por lo menos me dejaban hasta la una, igual que a todos. Mi abuela no se preocuparía, estaba con sus vecinas, charlando en la puerta de la casa.
-¿Cogemos las motos?- preguntó Jorge.
   Todos se miraron, y se levantaron corriendo hacia la calle, supuse que en busca de sus motos.
-¿Qué van a hacer?- les pregunté a las chicas.
-Carreras de motos, en las afueras del pueblo.- me respondió Helena.
-¿Vamos?- preguntó Sonia.
-Vale.-respondí yo.
 **********
Cogí mi moto, una vieja que había sido de mi padre. Estaba aparcada frente a la casa de mis abuelos. Por suerte no me vieron y no tuve que darles explicaciones.
Arranqué y me dirigí a la plaza, donde habíamos quedado todos para invitar a las chicas. Llegué donde ya estaban todos con sus motos. Ninguno llevábamos casco. Habíamos quedado en que Luis  sería el que  las invitase.
-¿Queréis venir?- preguntó Luis.
-Vale- respondió Paula.
Éramos cinco chicos y cuatro chicas, por lo que a uno le tocaría viajar solo.
Helena se montó en la moto de Manuel, Sonia en la de Jorge, Laura en la de Miguel y a Paula le tocaba decidir entre Luis y yo.
 **********
No sabía en qué moto montarme. Como apenas conocía  Luis, me monté con Pablo, con el que por lo menos había hablado más.
Sonrió cuando me monté, lo vi por el espejo. Fuertemente me agarré a él, apretando mi pecho sobre sus costillas. Olía muy bien, a una colonia que me resultaba familiar. Llevaba una camiseta ancha, de rayas negras y celestes. Unos vaqueros y unas zapatillas anchas. El pelo moreno, alborotado, con un flequillo que le tapaba la frente. Sí, estaba bueno, pero eso no quería decir que me gustase.
 **********
La miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor. Su largo pelo rubio se alborotaba con el viento.
Era una idiota, me había hecho pasar un gran ridículo. Por otro lado, mi cerebro pensaba: ¡Pero que idiota más buena!
El vestido, de estos que no tienen tirantes, se le ajustaba en la cintura y era bastante corto. Tenía una sonrisa preciosa, con los labios color fresa, y unos ojos impresionantes, con unas pestañas larguísimas, seguramente por el rimmel. Aún así era una idiota.
 **********
Llegamos a las afueras del pueblo, donde vi de nuevo a las tres vacas de antes, al lado de un río. La última vez que había pasado por ese sitio había pensado que no conocería a nadie, y ahora estaba allí con ocho personas más.
Nosotras nos bajamos de las motos, ellos se quedaron. Empezaron a hacer apuestas, mientras nosotras escuchábamos.
-El que gane se lleva…-comenzó Luis.
-¿El qué?- preguntó Manu.
- Un beso de la chica que elija.-dijo Luis.
-Y el que pierda…- siguió Manu.
-Se baña en el río.- dijo Pablo.
-Vale. La carrera será hasta la señal del  pueblo siguiente. Ir y volver.- dijo Manu.
-Que las chicas se queden aquí y vean quien llega primero.
-Vale- dije.
   Se subieron en las motos, alineadas, todas a la misma distancia.
-3, 2, 1…ya- anuncié la salida, a la par que levantaba un pañuelo que había cogido de mi bolso.

sábado, 19 de marzo de 2011

Capítulo 6: Regalo.

**********
Ya me había duchado y no sabía qué hacer, así que subí a la buhardilla, a curiosear un rato.
Había muchos baúles, cajas y una estantería  llena de libros de todo tipo. Fui hacia allí, quizás encontrara alguno que pudiera leerme en los ratos más aburridos.
En la parte de niños y jóvenes (estaban muy bien ordenados por tipos) encontré una colección de los Cinco, una de Judy Moody y un libro de tapas celestes que me llamó la atención: Los calzoncillos de Pablo diablo. No pude evitar reírme y pensar en Pablo. Era justamente un libro para él. Decidí envolverlo con un papel de regalo, pero como no había, lo envolví en papel de plata de la cocina y le puse un lazo como adorno.
Luego, salí a la plaza con el regalo. Me había puesto un vestido de florcitas de ZARA, y unos zapatos de cuña.
En la plaza me esperaban los chicos, incluido Pablo.
Les saludé y me acerqué a él.
-Quería disculparme- le dije, tendiéndole el paquete.
**********
¿Qué me iba a regalar? Me quedé muy extrañado. Aún así lo abrí, esperando no encontrar unos calzoncillos.
Los calzoncillos de Pablo diablo.
-Ah, que graciosa.-le dije con sarcasmo.
-Es…para que me perdones.-también había sarcasmo en su voz.
-¡Me queréis decir que tenéis vosotros dos con los calzoncillos!- exclamó  Manuel.
-¡Nada!- dije enfadado.
-En serio.
-Esta chica, que no se que se cree. Se me han olvidado los calzoncillos en mi casa y…tuve que comprar unos de ositos en LA TIENDA, ¿contento?
-¿A ver?- dijo Jorge.
-¡¿Eres gilipollas?!-le respondí malhumorado.
  Entonces Miguel, que estaba detrás de mí, me tiró de los vaqueros dejando al descubierto los famosos calzoncillos. Por suerte reaccioné rápido, pero muy cabreado.
-¡Dejadme en paz ya, ¿vale?!- me sentía fatal. Aquella chica me estaba haciendo la vida imposible.
  Me fui a un banco y me senté apoyando la barbilla sobre las manos. Quería estar solo.
**********
Me quedé sola, con los demás chicos. Me sentía mal. Yo no le quería caer mal a aquel chico.  Me había pasado.
No sabía qué hacer, así que me fui al banco con él. Me vio pero apartó rápidamente la mirada.
-¿Qué quieres ahora?-  me preguntó algo borde, aunque estaba en su derecho.
-Nada, yo…me siento mal.
-¿No me digas?
-Creo…que me he pasado y…solo quiero pedirte perdón.
   Se quedó callado.
-No quiero caerte mal, en serio. Pareces un chico simpático. ¿Podrías perdonarme?- volví a insistir.
-Vale, pero…júrame que no vas a hablar ni una vez más de calzoncillos.
-Lo juro- dije mientras cruzábamos nuestros meñiques.- Empecemos de nuevo.
-Vale- me dijo, esta vez con una preciosa sonrisa plateada por sus braquets. No pude resistirlo. Me encantó.
-A mi me los quitaron el año pasado.
-¿El qué?
-Los braquets.
-Ah, a mi me los quitan en dos meses. ¡Tengo ya unas ganas!
-Bueno, ¿un abrazo de amigos?
   Sonrió y abrió sus brazos. Yo le abracé.


Quiero darle las gracias a carmen, del blog el cielo está más cerca si estás a mi lado (http://siestasconmigo.blogspot.com/), por ayudarme tanto. La verdad es que su blog es genial así que pasaros a verlo! 
También deciros que hay un blog que se llama chocolate y menta ( http://chocolate-y-mentaa.blogspot.com/) aun estan  empezando, pero pinta bastante bien. BESITOS A TODOS Y GRACIAS :D

sábado, 12 de marzo de 2011

Capítulo 5: Piscina.

**********
-Paula, he pensado que si quieres, podrías ir a la piscina.
-¿Hay piscina en el pueblo?- dije mientras me metía macarrones en la boca.
-Claro, ¿qué te crees que es esto? Aunque el pueblo sea pequeño, tenemos piscina.
-Vale. Iré.
Apenas terminé los macarrones, fui a mi habitación y busqué en el armario mi bikini. Era de Blanco, de rayas azul marino. Lo había comprado recientemente y aún no lo había estrenado. Luego, en una bolsa roja, eché una toalla naranja, y fucsia. Antes de salir, me eché crema solar bronceadora. Ya que iba a la piscina, quería aprovechar y ponerme morena.
-Abuela, me voy.
-Adiós, ten cuidado.
-Por cierto. ¿Dónde está la piscina?
-Ah, claro. Pues está siguiendo la calle que hay al lado de la de LA TIENDA, al fondo, todo recto y luego te la encontrarás a la izquierda.
-Vale, a ver si no me pierdo.
   Le di un beso y salí a la calle. Hacía muchísimo calor. Mientras caminaba, intentaba ir por el lado de la sombra. Pronto observé la piscina al fondo de la calle y aceleré el paso.
Entré. Había muchos árboles que daban una agradable sombra, y también zonas soleadas. En la entrada, un pequeño quiosco y al fondo, los servicios. Caminé hacia un árbol, cercano a la piscina, para dejar allí mis cosas.
-Tío, ¡chica cañón a las dos en punto!- dijo, o más bien gritó, un chico de mi edad a otro, que supuse que sería su amigo.
   Le miré con cara extrañada. Mientras, el otro chico le dio una colleja. Los dos eran morenos. El que gritó, tenía el pelo con flequillo, algo rizado. Bastante mono. Llevaba un bañador de Quiksilver. El otro tenía el pelo corto, moreno, con una especie de cresta. Tenía un bañador de cuadritos, y era más feo.
Dejé mi bolsa en el árbol decidido y luego me quité el pantalón y la camiseta mientras ellos, los chicos de antes y dos más, me miraban sentados desde otro árbol.
Me puse las gafas de sol y me tendí en mi toalla  a tomar un poco el sol. Podía observarles sin que ellos se dieran cuenta porque tenían cristales de espejo y no me veían los ojos.
Estaban cuchicheando entre ellos, de vez en cuando me miraban. Luego, uno de ellos se levantó y fue corriendo hacia el trampolín. Le seguí con la mirada. Se tiró dando una voltereta en el aire, que le salió bastante bien. Luego salió del agua y mientras caminaba hacia sus amigos, sacudió su pelo rubio justo delante de mí. Me hizo gracia, pero hice como si nada.
Después de un rato de más cuchicheos, el chico de “chica cañón a las dos en punto” se acercó a mí. Se sentó  a mi lado, con una pierna extendida y la otra doblada, sujetándola con las manos.
-Hola preciosa. ¿Qué hace sola una chica como tú en un lugar como este?
   Me bajé las gafas de sol.
-¿De qué época has salido? ¿De los sesenta?
   Avergonzado, se levantó y se dirigió hacia sus amigos, que no paraban de reírse de él.
-¡Espera! –le grité. Se acercó de nuevo. – soy Paula.
-Yo…Manuel.
-Encantada.
-¿Q-quieres venir allí con nosotros?
-Vale, pero un segundo, voy  recoger mis cosas.
**********
Encontré a mis amigos sentados en un árbol, mirando no se a dónde.
-Hola- les grité.
-¡Pablo!-dijeron todos al unísono. Corrieron a abrazarme, y a revolverme el pelo cariñosamente.
   Dejé la mochila en el césped, junto a sus toallas.
-¿Qué mirabais?-les pregunté
-Una chica. Es nueva y está…
   Miré hacia el árbol y…allí estaba, mirándome. La chica de LA TIENDA me miraba. Rápidamente, y sin decir nada me quité la camiseta y me tiré de bomba al agua, dejando a todos preguntándose que es lo que me pasaba.
**********
Me acerqué hasta los chicos, que se presentaron: Manuel, al que ya conocía, Luis, Miguel, el de la cresta y Jorge, el que se tiró del trampolín.
Yo también me presenté y luego me fui a darme un baño. Me tiré del trampolín, de cabeza. Luego me encontré al chico de LA TIENDA.
-Hola.
-Hola.-me respondió un tanto vergonzoso.
-¿Te quedaban bien los calzoncillos?
-Eh…no me los he probado.
-¡¿Ya ha visto tus calzoncillos?!- dijo Miguel que estaba detrás de Pablo.
-¡No idiota!- dijo enfadado, y se fue nadando hasta las escaleras.
   Yo me quedé riéndome, y Miguel, extrañado.
**********
-Paula, he pensado que si quieres, podrías ir a la piscina.
-¿Hay piscina en el pueblo?- dije mientras me metía macarrones en la boca.
-Claro, ¿qué te crees que es esto? Aunque el pueblo sea pequeño, tenemos piscina.
-Vale. Iré.
Apenas terminé los macarrones, fui a mi habitación y busqué en el armario mi bikini. Era de Blanco, de rayas azul marino. Lo había comprado recientemente y aún no lo había estrenado. Luego, en una bolsa roja, eché una toalla naranja, y fucsia. Antes de salir, me eché crema solar bronceadora. Ya que iba a la piscina, quería aprovechar y ponerme morena.
-Abuela, me voy.
-Adiós, ten cuidado.
-Por cierto. ¿Dónde está la piscina?
-Ah, claro. Pues está siguiendo la calle que hay al lado de la de LA TIENDA, al fondo, todo recto y luego te la encontrarás a la izquierda.
-Vale, a ver si no me pierdo.
   Le di un beso y salí a la calle. Hacía muchísimo calor. Mientras caminaba, intentaba ir por el lado de la sombra. Pronto observé la piscina al fondo de la calle y aceleré el paso.
Entré. Había muchos árboles que daban una agradable sombra, y también zonas soleadas. En la entrada, un pequeño quiosco y al fondo, los servicios. Caminé hacia un árbol, cercano a la piscina, para dejar allí mis cosas.
-Tío, ¡chica cañón a las dos en punto!- dijo, o más bien gritó, un chico de mi edad a otro, que supuse que sería su amigo.
   Le miré con cara extrañada. Mientras, el otro chico le dio una colleja. Los dos eran morenos. El que gritó, tenía el pelo con flequillo, algo rizado. Bastante mono. Llevaba un bañador de Quiksilver. El otro tenía el pelo corto, moreno, con una especie de cresta. Tenía un bañador de cuadritos, y era más feo.
Dejé mi bolsa en el árbol decidido y luego me quité el pantalón y la camiseta mientras ellos, los chicos de antes y dos más, me miraban sentados desde otro árbol.
Me puse las gafas de sol y me tendí en mi toalla  a tomar un poco el sol. Podía observarles sin que ellos se dieran cuenta porque tenían cristales de espejo y no me veían los ojos.
Estaban cuchicheando entre ellos, de vez en cuando me miraban. Luego, uno de ellos se levantó y fue corriendo hacia el trampolín. Le seguí con la mirada. Se tiró dando una voltereta en el aire, que le salió bastante bien. Luego salió del agua y mientras caminaba hacia sus amigos, sacudió su pelo rubio justo delante de mí. Me hizo gracia, pero hice como si nada.
Después de un rato de más cuchicheos, el chico de “chica cañón a las dos en punto” se acercó a mí. Se sentó  a mi lado, con una pierna extendida y la otra doblada, sujetándola con las manos.
-Hola preciosa. ¿Qué hace sola una chica como tú en un lugar como este?
   Me bajé las gafas de sol.
-¿De qué época has salido? ¿De los sesenta?
   Avergonzado, se levantó y se dirigió hacia sus amigos, que no paraban de reírse de él.
-¡Espera! –le grité. Se acercó de nuevo. – soy Paula.
-Yo…Manuel.
-Encantada.
-¿Q-quieres venir allí con nosotros?
-Vale, pero un segundo, voy  recoger mis cosas.
**********
Encontré a mis amigos sentados en un árbol, mirando no se a dónde.
-Hola- les grité.
-¡Pablo!-dijeron todos al unísono. Corrieron a abrazarme, y a revolverme el pelo cariñosamente.
   Dejé la mochila en el césped, junto a sus toallas.
-¿Qué mirabais?-les pregunté
-Una chica. Es nueva y está…
   Miré hacia el árbol y…allí estaba, mirándome. La chica de LA TIENDA me miraba. Rápidamente, y sin decir nada me quité la camiseta y me tiré de bomba al agua, dejando a todos preguntándose que es lo que me pasaba.
**********
Me acerqué hasta los chicos, que se presentaron: Manuel, al que ya conocía, Luis, Miguel, el de la cresta y Jorge, el que se tiró del trampolín.
Yo también me presenté y luego me fui a darme un baño. Me tiré del trampolín, de cabeza. Luego me encontré al chico de LA TIENDA.
-Hola.
-Hola.-me respondió un tanto vergonzoso.
-¿Te quedaban bien los calzoncillos?
-Eh…no me los he probado.
-¡¿Ya ha visto tus calzoncillos?!- dijo Miguel que estaba detrás de Pablo.
-¡No idiota!- dijo enfadado, y se fue nadando hasta las escaleras.
   Yo me quedé riéndome, y Miguel, extrañado.
**********
Me tumbé en mi toalla, enfadadísimo con aquella chica, cuyo nombre desconocía y que al parecer tenía como objetivo avergonzarme incluso delante de mis amigos.
Me puse a arrancar briznas de hierba, tumbado. Manuel se me acercó.
-¿Qué te pasa?
-¡Nada!
-Ya… ¿te gusta esa chica?
-¡Manuel, por favor, no seas idiota! Jamás me gustaría una chica como esa.
-¿Qué tiene de malo?
-Nada, solo que… es idiota ¿quizás?
-Vale, alguien se ha despertado hoy con el pie izquierdo.
   Pronto llegaron todos los chicos, y…aquella chica, que iba hablando con Miguel. Yo seguía arrancando césped, enfadado, con las Ray-Ban tapándome  los ojos.
-Mira Pablo, esta es Paula- dijo Manuel.- Paula, este es Pablo.
   Yo ni me inmuté. Ella tampoco. Luego, por desgracia, la invitaron a salir esa noche con nosotros, por la plaza.
Llegaron las siete y media. Lo supe por las campanadas del reloj. Yo había dormido media hora.
-Bueno, a las nueve en la plaza.
-Vale- le respondió Paula a Manu. Parecía que se llevaban muy bien.

Me tumbé en mi toalla, enfadadísimo con aquella chica, cuyo nombre desconocía y que al parecer tenía como objetivo avergonzarme incluso delante de mis amigos.
Me puse a arrancar briznas de hierba, tumbado. Manuel se me acercó.
-¿Qué te pasa?
-¡Nada!
-Ya… ¿te gusta esa chica?
-¡Manuel, por favor, no seas idiota! Jamás me gustaría una chica como esa.
-¿Qué tiene de malo?
-Nada, solo que… es idiota ¿quizás?
-Vale, alguien se ha despertado hoy con el pie izquierdo.
   Pronto llegaron todos los chicos, y…aquella chica, que iba hablando con Miguel. Yo seguía arrancando césped, enfadado, con las Ray-Ban tapándome  los ojos.
-Mira Pablo, esta es Paula- dijo Manuel.- Paula, este es Pablo.
   Yo ni me inmuté. Ella tampoco. Luego, por desgracia, la invitaron a salir esa noche con nosotros, por la plaza.
Llegaron las siete y media. Lo supe por las campanadas del reloj. Yo había dormido media hora.
-Bueno, a las nueve en la plaza.
-Vale- le respondió Paula a Manu. Parecía que se llevaban muy bien.



Bueno, quiero daos las gracias a todos los que me seguís :D un besazo

sábado, 5 de marzo de 2011

Capítulo 4: Encuentro.

**********
-¡¿Y mis calzoncillos?!- acababa de terminarme de duchar y estaba en la habitación, envuelto apenas por una toalla. Había mirado en todos los lugares de mi maleta, y no lograba encontrar ni un solo par de calzoncillos.
   Desesperado, cogí el móvil y llamé a mi madre.
-¿Mamá?
-Sí, cariño. ¿Pasa  algo?
-¿Qué si pasa? Tú me dirás dónde  están todos mis calzoncillos.
-Tú sabrás cariño. ¿No decías anoche que habías preparado la maleta? Pensé que los habrías echado.- su voz sonaba irónica y pude escuchar una risilla al otro lado del teléfono.
-¡Mamá! Lo has hecho a propósito ¿verdad?
-Cariño, es por tu bien. Para que aprendas.
-¡No tiene gracia, joder!
   Colgué el móvil. Estaba realmente cabreado. ¿Qué me iba a poner? Decidí ir a LA TIENDA. Quizás allí pudiera comprar algún par de calzoncillos.
Me puse los calzoncillos que había llevado antes, unos vaqueros y una camiseta con unas letras en inglés que no conseguía entender. Me peiné un poco mi pelo moreno mojado. Se había enredado y me costó bastante que todos los pelos se colocaran en su sitio. Cogí un poco de dinero y salí a la calle. Pronto llegué a LA TIENDA.
**********
Encontré LA TIENDA sin dificultad. En la puerta, un gran cartel rojo indicaba su nombre. Entré y sonaron unas campanitas que estaban colgadas sobre la puerta.
Encontré los tomates. No había mucha variedad donde elegir. Acostumbrada a que en los supermercados de mi ciudad hubiera unas treinta variedades de tomate frito, de distintas marcas y condimentos, allí apenas había dos: tomate frito Orlando en lata o tomate frito Apis. Opté por la segunda opción y luego me dirigí a la cola para pagar. Delante de mí había tres señoras con  sus cestas llenas de alimentos. Me tocó esperar. Luego, un chico más o menos de mi edad se colocó detrás de mí. Tenía flequillo, el pelo moreno y algo mojado. Sinceramente, pensé que estaba bastante bien. Le observé de reojo, pensando que quizás habría más chicos de mi edad en el pueblo. De repente, miré sus lo que llevaba en sus manos. Unos calzoncillos de pantaloncito de tela, con ositos en nubes. No pude evitar una risilla disimulada.
-Bonitos calzoncillos- le dije.
   Se miró las manos, se puso rojo e intentó taparlos. Lamentablemente, yo ya los había visto. Luego, coloqué mi compra en la caja para pagarla.
**********
Qué vergüenza. Esto no se lo perdonaría nunca a mi madre. Seguramente le parecería ridículo a la chica que me había encontrado en LA TIENDA. Era guapísima. Pelo largo, rubio y liso, alta. Estaba buenísima. De todas formas, me daba igual, no sé si de verdad o para animarme a mi mismo.
Me dirigí a mi casa. Mis abuelos habían puesto la mesa. Había lasaña. Antes, fui a mi cuarto a...cambiarme los  calzoncillos y me puse el bañador de DC, porque luego quería ir a la piscina.
En la mesa apenas hablé. Todavía pensaba en la vergüenza que había pasado en LA TIENDA. Solo dije: ¿me pasas el agua?, y cosas por el estilo.
-¿Te pasa algo, Pablito?- preguntó mi abuelo.
-Nada.

sábado, 26 de febrero de 2011

Capítulo 3: Abuelos.

**********
Tres vacas. Eso fue lo primero que vi al llegar al pueblo. Luego, una casa con un tejado de chapa, y después, las demás viviendas.
Mi padre paró el coche frente a una casa con la fachada de azulejos beiges. Supuse que sería la de mi abuela, ya que tenía un ligero recuerdo de cómo era.
Llamó al timbre y salieron mi abuela y un gato.
-¡Paula! Pero qué grande y qué guapa estás. ¿No estás más delgada?
-Hola abuela.-era lo primero que decía aquella mañana. Me pareció que ella no tenía la culpa de que yo estuviera allí.
Me dio un beso, de esos típicos de las abuelas, a la par que me abrazaba fuertemente. Olía a rosquillas con miel.
Cuando me soltó, despedí a mi padre.
-Te quiero. Pásalo bien.
-Y yo. Adiós.- respondí evitando que las lágrimas salieran al exterior.
Me dirigí al interior de la casa. Ella se quedó hablando con mi padre, su hijo. El interior estaba oscuro, apenas iluminada por la tenue luz que entraba a través de una ventana cubierta con cortinas. No tenía ni idea de donde estaba mi cuarto. La verdad es que la casa era bastante grande, aunque también antigua. Me decanté por una puerta de madera amarilla, y al entrar, descubrí que era el cuarto de la costura. Aún así, me metí dentro y comencé a curiosear.
Había muchas telas y ropa en montones, además de varios baúles. Una vieja máquina de coser se encontraba en la esquina derecha.
-¡Paula! Ven, te enseñaré tu cuarto.
-¡Voy!
   Salí con mis maletas de la habitación y encontré a la abuela cerrando la puerta, señal de que mi padre se había marchado.
-Ven- volvió a decir ella.
   Cruzó el pasillo y se detuvo en una puerta de cristal que había a la derecha. La abrió.
-Puedes colocar tus cosas, yo me voy a preparar la comida.
-Vale abuela.
-¿Te gustan los macarrones?
-Claro.
-Bien, pues voy a prepararlos.
   Se alejó lentamente hacia el fondo del pasillo, sonriéndo. Supuse que allí estaría la cocina.
**********
-Pablo, cariño, despierta. Hemos llegado.
-Pablo, vamos.
   No tuve más remedio que abrir los ojos. Mientras, mis padres sacaban las maletas y llamaban al timbre de la casa de mis abuelos.
Cuando me bajé, mis abuelos ya estaban en la puerta y fui a saludarles.
-¡Pablo!- mi abuelo me chocó la mano. Luego me estrechó.-Te he echado de menos.
-Y yo a ti.
-¡Pablo! Oh, cariño, cómo te he echado de menos.- mi abuela me abrazó fuertemente, durante al menos un minuto.
-Adiós papá, adiós mamá- les di un beso a  cada uno y me metí en la casa, dirigiéndome a mi habitación.
Dejé la maleta en el suelo y me tendí en la cama. Oí el portazo de la puerta. Mis padres se habían ido.
Había dormido demasiado, por lo que no tenía sueño. Decidí ir a la plaza, a ver si encontraba a alguno de mis amigos. Antes, tenía que ducharme.
Me metí en la ducha, dejando que el agua fría cayera sobre mi espalda. Estuve así un montón de rato. Luego cogí la esponja, eché jabón y comencé a ducharme. Con el calor que hacía, una ducha de agua fría era de lo más apetecible.
**********
La habitación no estaba mal. Antigua pero acogedora y con un gran armario en el que podría poner toda mi ropa. Lo abrí y me encontré algunos vestidos colgados. Eran de mi madre, de cuando tenía mi edad. Estaban bien conservados y algunos de ellos, se podían usar. Los aparté en el lado derecho, mientras que en el izquierdo comencé a colgar mi ropa.
Cuando terminé fui a la cocina, a ver que hacía mi abuela.
-¿Ya has colgado toda tu ropa?
-Sí- dije mientras cogía una aceituna y me sentaba sobre la encimera.
-Paula, ¿me harías un favor?
-Claro.
-¿Puedes ir a comprar tomate frito?
-Vale, pero ¿dónde está la tienda?
-Oh, claro. Sube la calle y enfrente de la plaza. Se llama LA TIENDA.
-Vale. Que nombre tan original.- dije con sarcasmo. Ella se rió.
-Toma- comenzó a buscar en el bolsillo de su delantal y me dio 10 euros.
Salí de la casa. El día era caluroso. El sol brillaba fuertemente en el cielo.
-¿Tú eres la nieta de Sofía?- me preguntó una mujer de unos setenta años.
-Sí.
-Oh, cuanto tiempo. Dame un beso.
   Se lo di, a pesar de no saber quien era. Pronto lo descubrí.
-Soy Carlota,su prima.
-Encantada.

martes, 4 de enero de 2011

Capítulo 2: Camino al aburrimiento.

Esta historia la narran dos personajes, Paula (en el capítulo anterior). Los asteriscos indican cambio de personaje, por eso ahora, el capítulo lo empieza contando el segundo personaje. 
**********
Un año más al pueblo del abuelo. En fin, no tenía otro remedio. Ya me hubiera gustado a mí quedarme en mi casa, pero mis padres no me iban a dejar solo, y ellos se iban a Ibiza. Así, como todos los años, tendría que irme al pueblo. No es que no me gustara ir allí. Es un lugar tranquilo y tengo un grupo de amigos que me caen genial, pero la verdad es que hubiera preferido quedarme en mi ciudad, con mis amigos.
Era la tarde antes de irme, y estaba tumbado en mi cama, con el ordenador. En el suelo, una maleta abierta cubierta por montones de ropa sin doblar. Música de fondo. Mis amigos al ordenador y yo, hablando con ellos. Eran las doce de la noche.
-¡Pablo! ¿Has hecho la maleta?
-¡Sí!
-Duérmete ya, mañana salimos temprano.
-¡Ya voy mamá! ¡Buenas noches!
   Mentía doblemente. Ni la maleta estaba hecha, ni yo me iba a dormir. Era el último día que podía estar hablando con mis amigos y lo pensaba aprovechar.
**********
El viejo Ford de mi padre esperaba puntual frente a mi casa, esperando que colocara las maletas y marcharnos rápidamente.
Apenas había desayunado una magdalena. No me gusta comer mucho antes de viajar porque  me mareo.
Subí a mi cuarto y cogí el equipaje: una maleta grande y un neceser. Di un repaso a mi cuarto, por si algo se me olvidaba.
-Buenos días. ¿Lista?- a mi padre parecía agradarle la idea de que me marchara al pueblo. Para él, iba a ser una “aventura”.
   Ni siquiera respondí. Dejé que mi padre metiera las maletas en el maletero y me subí en la parte trasera del coche, cogí mi iPod y me puse a escuchar música, transportándome a mi mundo y alejándome de la realidad mientras comenzaba mi camino al aburrimiento.
**********
Diez de la mañana. La maleta sigue en el suelo. Yo, en mi cama, bocabajo, desarropado, cubierto apenas por una camiseta y unos calzoncillos. El ordenador aún encendido, en la mesilla. El despertador sonó, pero apenas le hice caso. Seguí intentando concentrarme en mi sueño.
Luego, un despertador aún más eficaz: mi madre.
-¡Pablo!
-Ya voy.
Seguí durmiendo. Cinco minutos más tarde mi madre subió y un grito aún más fuerte hizo que me levantara de mi cama.
-¡Pablo!, ¿qué es esto?
   Al parecer mi madre se había percatado del montón de ropa desordenada que había sobre mi maleta.
No le respondí. Bajé a desayunar dejando a la pobre ordenando aquel desastre.
Delante del frigorífico, me decanté por una tostada con tomate frío que me tomé de pie, apoyado en la encimera de la cocina.
Después de desayunar, fui de nuevo a mi habitación donde la maleta ya estaba ordenada.
-Que sea la última vez.- dijo mi madre de pie, apunto de salir del cuarto.
   Por fin solo. En una vieja mochila de Quiksilver eché mi iPod, mi portátil, mi móvil y, desgraciadamente, los libros de lengua e inglés de 1º de Bachillerato. Ya estaba todo listo.
Me monté en el coche con mis padres, que después de dejarme, se irían al aeropuerto, y cogí mi iPod del fondo de la mochila, sobre la que, con música de fondo, apoyé mi cabeza para seguir durmiendo.