Todo parecía ser un desastre. Para Paula y para Pablo ese iba a ser un verano tremendamente aburrido. Pero, quizás por casualidad o tal vez un capricho del destino, sus caminos se cruzaron. Aunque el amor parezca muy bonito , no todo va a ser perfecto ese verano. Sin duda, si se quiere conseguir un sueño, no basta con sentarse a esperarlo.

sábado, 19 de marzo de 2011

Capítulo 6: Regalo.

**********
Ya me había duchado y no sabía qué hacer, así que subí a la buhardilla, a curiosear un rato.
Había muchos baúles, cajas y una estantería  llena de libros de todo tipo. Fui hacia allí, quizás encontrara alguno que pudiera leerme en los ratos más aburridos.
En la parte de niños y jóvenes (estaban muy bien ordenados por tipos) encontré una colección de los Cinco, una de Judy Moody y un libro de tapas celestes que me llamó la atención: Los calzoncillos de Pablo diablo. No pude evitar reírme y pensar en Pablo. Era justamente un libro para él. Decidí envolverlo con un papel de regalo, pero como no había, lo envolví en papel de plata de la cocina y le puse un lazo como adorno.
Luego, salí a la plaza con el regalo. Me había puesto un vestido de florcitas de ZARA, y unos zapatos de cuña.
En la plaza me esperaban los chicos, incluido Pablo.
Les saludé y me acerqué a él.
-Quería disculparme- le dije, tendiéndole el paquete.
**********
¿Qué me iba a regalar? Me quedé muy extrañado. Aún así lo abrí, esperando no encontrar unos calzoncillos.
Los calzoncillos de Pablo diablo.
-Ah, que graciosa.-le dije con sarcasmo.
-Es…para que me perdones.-también había sarcasmo en su voz.
-¡Me queréis decir que tenéis vosotros dos con los calzoncillos!- exclamó  Manuel.
-¡Nada!- dije enfadado.
-En serio.
-Esta chica, que no se que se cree. Se me han olvidado los calzoncillos en mi casa y…tuve que comprar unos de ositos en LA TIENDA, ¿contento?
-¿A ver?- dijo Jorge.
-¡¿Eres gilipollas?!-le respondí malhumorado.
  Entonces Miguel, que estaba detrás de mí, me tiró de los vaqueros dejando al descubierto los famosos calzoncillos. Por suerte reaccioné rápido, pero muy cabreado.
-¡Dejadme en paz ya, ¿vale?!- me sentía fatal. Aquella chica me estaba haciendo la vida imposible.
  Me fui a un banco y me senté apoyando la barbilla sobre las manos. Quería estar solo.
**********
Me quedé sola, con los demás chicos. Me sentía mal. Yo no le quería caer mal a aquel chico.  Me había pasado.
No sabía qué hacer, así que me fui al banco con él. Me vio pero apartó rápidamente la mirada.
-¿Qué quieres ahora?-  me preguntó algo borde, aunque estaba en su derecho.
-Nada, yo…me siento mal.
-¿No me digas?
-Creo…que me he pasado y…solo quiero pedirte perdón.
   Se quedó callado.
-No quiero caerte mal, en serio. Pareces un chico simpático. ¿Podrías perdonarme?- volví a insistir.
-Vale, pero…júrame que no vas a hablar ni una vez más de calzoncillos.
-Lo juro- dije mientras cruzábamos nuestros meñiques.- Empecemos de nuevo.
-Vale- me dijo, esta vez con una preciosa sonrisa plateada por sus braquets. No pude resistirlo. Me encantó.
-A mi me los quitaron el año pasado.
-¿El qué?
-Los braquets.
-Ah, a mi me los quitan en dos meses. ¡Tengo ya unas ganas!
-Bueno, ¿un abrazo de amigos?
   Sonrió y abrió sus brazos. Yo le abracé.


Quiero darle las gracias a carmen, del blog el cielo está más cerca si estás a mi lado (http://siestasconmigo.blogspot.com/), por ayudarme tanto. La verdad es que su blog es genial así que pasaros a verlo! 
También deciros que hay un blog que se llama chocolate y menta ( http://chocolate-y-mentaa.blogspot.com/) aun estan  empezando, pero pinta bastante bien. BESITOS A TODOS Y GRACIAS :D

sábado, 12 de marzo de 2011

Capítulo 5: Piscina.

**********
-Paula, he pensado que si quieres, podrías ir a la piscina.
-¿Hay piscina en el pueblo?- dije mientras me metía macarrones en la boca.
-Claro, ¿qué te crees que es esto? Aunque el pueblo sea pequeño, tenemos piscina.
-Vale. Iré.
Apenas terminé los macarrones, fui a mi habitación y busqué en el armario mi bikini. Era de Blanco, de rayas azul marino. Lo había comprado recientemente y aún no lo había estrenado. Luego, en una bolsa roja, eché una toalla naranja, y fucsia. Antes de salir, me eché crema solar bronceadora. Ya que iba a la piscina, quería aprovechar y ponerme morena.
-Abuela, me voy.
-Adiós, ten cuidado.
-Por cierto. ¿Dónde está la piscina?
-Ah, claro. Pues está siguiendo la calle que hay al lado de la de LA TIENDA, al fondo, todo recto y luego te la encontrarás a la izquierda.
-Vale, a ver si no me pierdo.
   Le di un beso y salí a la calle. Hacía muchísimo calor. Mientras caminaba, intentaba ir por el lado de la sombra. Pronto observé la piscina al fondo de la calle y aceleré el paso.
Entré. Había muchos árboles que daban una agradable sombra, y también zonas soleadas. En la entrada, un pequeño quiosco y al fondo, los servicios. Caminé hacia un árbol, cercano a la piscina, para dejar allí mis cosas.
-Tío, ¡chica cañón a las dos en punto!- dijo, o más bien gritó, un chico de mi edad a otro, que supuse que sería su amigo.
   Le miré con cara extrañada. Mientras, el otro chico le dio una colleja. Los dos eran morenos. El que gritó, tenía el pelo con flequillo, algo rizado. Bastante mono. Llevaba un bañador de Quiksilver. El otro tenía el pelo corto, moreno, con una especie de cresta. Tenía un bañador de cuadritos, y era más feo.
Dejé mi bolsa en el árbol decidido y luego me quité el pantalón y la camiseta mientras ellos, los chicos de antes y dos más, me miraban sentados desde otro árbol.
Me puse las gafas de sol y me tendí en mi toalla  a tomar un poco el sol. Podía observarles sin que ellos se dieran cuenta porque tenían cristales de espejo y no me veían los ojos.
Estaban cuchicheando entre ellos, de vez en cuando me miraban. Luego, uno de ellos se levantó y fue corriendo hacia el trampolín. Le seguí con la mirada. Se tiró dando una voltereta en el aire, que le salió bastante bien. Luego salió del agua y mientras caminaba hacia sus amigos, sacudió su pelo rubio justo delante de mí. Me hizo gracia, pero hice como si nada.
Después de un rato de más cuchicheos, el chico de “chica cañón a las dos en punto” se acercó a mí. Se sentó  a mi lado, con una pierna extendida y la otra doblada, sujetándola con las manos.
-Hola preciosa. ¿Qué hace sola una chica como tú en un lugar como este?
   Me bajé las gafas de sol.
-¿De qué época has salido? ¿De los sesenta?
   Avergonzado, se levantó y se dirigió hacia sus amigos, que no paraban de reírse de él.
-¡Espera! –le grité. Se acercó de nuevo. – soy Paula.
-Yo…Manuel.
-Encantada.
-¿Q-quieres venir allí con nosotros?
-Vale, pero un segundo, voy  recoger mis cosas.
**********
Encontré a mis amigos sentados en un árbol, mirando no se a dónde.
-Hola- les grité.
-¡Pablo!-dijeron todos al unísono. Corrieron a abrazarme, y a revolverme el pelo cariñosamente.
   Dejé la mochila en el césped, junto a sus toallas.
-¿Qué mirabais?-les pregunté
-Una chica. Es nueva y está…
   Miré hacia el árbol y…allí estaba, mirándome. La chica de LA TIENDA me miraba. Rápidamente, y sin decir nada me quité la camiseta y me tiré de bomba al agua, dejando a todos preguntándose que es lo que me pasaba.
**********
Me acerqué hasta los chicos, que se presentaron: Manuel, al que ya conocía, Luis, Miguel, el de la cresta y Jorge, el que se tiró del trampolín.
Yo también me presenté y luego me fui a darme un baño. Me tiré del trampolín, de cabeza. Luego me encontré al chico de LA TIENDA.
-Hola.
-Hola.-me respondió un tanto vergonzoso.
-¿Te quedaban bien los calzoncillos?
-Eh…no me los he probado.
-¡¿Ya ha visto tus calzoncillos?!- dijo Miguel que estaba detrás de Pablo.
-¡No idiota!- dijo enfadado, y se fue nadando hasta las escaleras.
   Yo me quedé riéndome, y Miguel, extrañado.
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-Paula, he pensado que si quieres, podrías ir a la piscina.
-¿Hay piscina en el pueblo?- dije mientras me metía macarrones en la boca.
-Claro, ¿qué te crees que es esto? Aunque el pueblo sea pequeño, tenemos piscina.
-Vale. Iré.
Apenas terminé los macarrones, fui a mi habitación y busqué en el armario mi bikini. Era de Blanco, de rayas azul marino. Lo había comprado recientemente y aún no lo había estrenado. Luego, en una bolsa roja, eché una toalla naranja, y fucsia. Antes de salir, me eché crema solar bronceadora. Ya que iba a la piscina, quería aprovechar y ponerme morena.
-Abuela, me voy.
-Adiós, ten cuidado.
-Por cierto. ¿Dónde está la piscina?
-Ah, claro. Pues está siguiendo la calle que hay al lado de la de LA TIENDA, al fondo, todo recto y luego te la encontrarás a la izquierda.
-Vale, a ver si no me pierdo.
   Le di un beso y salí a la calle. Hacía muchísimo calor. Mientras caminaba, intentaba ir por el lado de la sombra. Pronto observé la piscina al fondo de la calle y aceleré el paso.
Entré. Había muchos árboles que daban una agradable sombra, y también zonas soleadas. En la entrada, un pequeño quiosco y al fondo, los servicios. Caminé hacia un árbol, cercano a la piscina, para dejar allí mis cosas.
-Tío, ¡chica cañón a las dos en punto!- dijo, o más bien gritó, un chico de mi edad a otro, que supuse que sería su amigo.
   Le miré con cara extrañada. Mientras, el otro chico le dio una colleja. Los dos eran morenos. El que gritó, tenía el pelo con flequillo, algo rizado. Bastante mono. Llevaba un bañador de Quiksilver. El otro tenía el pelo corto, moreno, con una especie de cresta. Tenía un bañador de cuadritos, y era más feo.
Dejé mi bolsa en el árbol decidido y luego me quité el pantalón y la camiseta mientras ellos, los chicos de antes y dos más, me miraban sentados desde otro árbol.
Me puse las gafas de sol y me tendí en mi toalla  a tomar un poco el sol. Podía observarles sin que ellos se dieran cuenta porque tenían cristales de espejo y no me veían los ojos.
Estaban cuchicheando entre ellos, de vez en cuando me miraban. Luego, uno de ellos se levantó y fue corriendo hacia el trampolín. Le seguí con la mirada. Se tiró dando una voltereta en el aire, que le salió bastante bien. Luego salió del agua y mientras caminaba hacia sus amigos, sacudió su pelo rubio justo delante de mí. Me hizo gracia, pero hice como si nada.
Después de un rato de más cuchicheos, el chico de “chica cañón a las dos en punto” se acercó a mí. Se sentó  a mi lado, con una pierna extendida y la otra doblada, sujetándola con las manos.
-Hola preciosa. ¿Qué hace sola una chica como tú en un lugar como este?
   Me bajé las gafas de sol.
-¿De qué época has salido? ¿De los sesenta?
   Avergonzado, se levantó y se dirigió hacia sus amigos, que no paraban de reírse de él.
-¡Espera! –le grité. Se acercó de nuevo. – soy Paula.
-Yo…Manuel.
-Encantada.
-¿Q-quieres venir allí con nosotros?
-Vale, pero un segundo, voy  recoger mis cosas.
**********
Encontré a mis amigos sentados en un árbol, mirando no se a dónde.
-Hola- les grité.
-¡Pablo!-dijeron todos al unísono. Corrieron a abrazarme, y a revolverme el pelo cariñosamente.
   Dejé la mochila en el césped, junto a sus toallas.
-¿Qué mirabais?-les pregunté
-Una chica. Es nueva y está…
   Miré hacia el árbol y…allí estaba, mirándome. La chica de LA TIENDA me miraba. Rápidamente, y sin decir nada me quité la camiseta y me tiré de bomba al agua, dejando a todos preguntándose que es lo que me pasaba.
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Me acerqué hasta los chicos, que se presentaron: Manuel, al que ya conocía, Luis, Miguel, el de la cresta y Jorge, el que se tiró del trampolín.
Yo también me presenté y luego me fui a darme un baño. Me tiré del trampolín, de cabeza. Luego me encontré al chico de LA TIENDA.
-Hola.
-Hola.-me respondió un tanto vergonzoso.
-¿Te quedaban bien los calzoncillos?
-Eh…no me los he probado.
-¡¿Ya ha visto tus calzoncillos?!- dijo Miguel que estaba detrás de Pablo.
-¡No idiota!- dijo enfadado, y se fue nadando hasta las escaleras.
   Yo me quedé riéndome, y Miguel, extrañado.
**********
Me tumbé en mi toalla, enfadadísimo con aquella chica, cuyo nombre desconocía y que al parecer tenía como objetivo avergonzarme incluso delante de mis amigos.
Me puse a arrancar briznas de hierba, tumbado. Manuel se me acercó.
-¿Qué te pasa?
-¡Nada!
-Ya… ¿te gusta esa chica?
-¡Manuel, por favor, no seas idiota! Jamás me gustaría una chica como esa.
-¿Qué tiene de malo?
-Nada, solo que… es idiota ¿quizás?
-Vale, alguien se ha despertado hoy con el pie izquierdo.
   Pronto llegaron todos los chicos, y…aquella chica, que iba hablando con Miguel. Yo seguía arrancando césped, enfadado, con las Ray-Ban tapándome  los ojos.
-Mira Pablo, esta es Paula- dijo Manuel.- Paula, este es Pablo.
   Yo ni me inmuté. Ella tampoco. Luego, por desgracia, la invitaron a salir esa noche con nosotros, por la plaza.
Llegaron las siete y media. Lo supe por las campanadas del reloj. Yo había dormido media hora.
-Bueno, a las nueve en la plaza.
-Vale- le respondió Paula a Manu. Parecía que se llevaban muy bien.

Me tumbé en mi toalla, enfadadísimo con aquella chica, cuyo nombre desconocía y que al parecer tenía como objetivo avergonzarme incluso delante de mis amigos.
Me puse a arrancar briznas de hierba, tumbado. Manuel se me acercó.
-¿Qué te pasa?
-¡Nada!
-Ya… ¿te gusta esa chica?
-¡Manuel, por favor, no seas idiota! Jamás me gustaría una chica como esa.
-¿Qué tiene de malo?
-Nada, solo que… es idiota ¿quizás?
-Vale, alguien se ha despertado hoy con el pie izquierdo.
   Pronto llegaron todos los chicos, y…aquella chica, que iba hablando con Miguel. Yo seguía arrancando césped, enfadado, con las Ray-Ban tapándome  los ojos.
-Mira Pablo, esta es Paula- dijo Manuel.- Paula, este es Pablo.
   Yo ni me inmuté. Ella tampoco. Luego, por desgracia, la invitaron a salir esa noche con nosotros, por la plaza.
Llegaron las siete y media. Lo supe por las campanadas del reloj. Yo había dormido media hora.
-Bueno, a las nueve en la plaza.
-Vale- le respondió Paula a Manu. Parecía que se llevaban muy bien.



Bueno, quiero daos las gracias a todos los que me seguís :D un besazo

sábado, 5 de marzo de 2011

Capítulo 4: Encuentro.

**********
-¡¿Y mis calzoncillos?!- acababa de terminarme de duchar y estaba en la habitación, envuelto apenas por una toalla. Había mirado en todos los lugares de mi maleta, y no lograba encontrar ni un solo par de calzoncillos.
   Desesperado, cogí el móvil y llamé a mi madre.
-¿Mamá?
-Sí, cariño. ¿Pasa  algo?
-¿Qué si pasa? Tú me dirás dónde  están todos mis calzoncillos.
-Tú sabrás cariño. ¿No decías anoche que habías preparado la maleta? Pensé que los habrías echado.- su voz sonaba irónica y pude escuchar una risilla al otro lado del teléfono.
-¡Mamá! Lo has hecho a propósito ¿verdad?
-Cariño, es por tu bien. Para que aprendas.
-¡No tiene gracia, joder!
   Colgué el móvil. Estaba realmente cabreado. ¿Qué me iba a poner? Decidí ir a LA TIENDA. Quizás allí pudiera comprar algún par de calzoncillos.
Me puse los calzoncillos que había llevado antes, unos vaqueros y una camiseta con unas letras en inglés que no conseguía entender. Me peiné un poco mi pelo moreno mojado. Se había enredado y me costó bastante que todos los pelos se colocaran en su sitio. Cogí un poco de dinero y salí a la calle. Pronto llegué a LA TIENDA.
**********
Encontré LA TIENDA sin dificultad. En la puerta, un gran cartel rojo indicaba su nombre. Entré y sonaron unas campanitas que estaban colgadas sobre la puerta.
Encontré los tomates. No había mucha variedad donde elegir. Acostumbrada a que en los supermercados de mi ciudad hubiera unas treinta variedades de tomate frito, de distintas marcas y condimentos, allí apenas había dos: tomate frito Orlando en lata o tomate frito Apis. Opté por la segunda opción y luego me dirigí a la cola para pagar. Delante de mí había tres señoras con  sus cestas llenas de alimentos. Me tocó esperar. Luego, un chico más o menos de mi edad se colocó detrás de mí. Tenía flequillo, el pelo moreno y algo mojado. Sinceramente, pensé que estaba bastante bien. Le observé de reojo, pensando que quizás habría más chicos de mi edad en el pueblo. De repente, miré sus lo que llevaba en sus manos. Unos calzoncillos de pantaloncito de tela, con ositos en nubes. No pude evitar una risilla disimulada.
-Bonitos calzoncillos- le dije.
   Se miró las manos, se puso rojo e intentó taparlos. Lamentablemente, yo ya los había visto. Luego, coloqué mi compra en la caja para pagarla.
**********
Qué vergüenza. Esto no se lo perdonaría nunca a mi madre. Seguramente le parecería ridículo a la chica que me había encontrado en LA TIENDA. Era guapísima. Pelo largo, rubio y liso, alta. Estaba buenísima. De todas formas, me daba igual, no sé si de verdad o para animarme a mi mismo.
Me dirigí a mi casa. Mis abuelos habían puesto la mesa. Había lasaña. Antes, fui a mi cuarto a...cambiarme los  calzoncillos y me puse el bañador de DC, porque luego quería ir a la piscina.
En la mesa apenas hablé. Todavía pensaba en la vergüenza que había pasado en LA TIENDA. Solo dije: ¿me pasas el agua?, y cosas por el estilo.
-¿Te pasa algo, Pablito?- preguntó mi abuelo.
-Nada.